Brucelosis, aspectos que limitan la aproximación real a esta
zoonosis; papel de las cabras
Brucellosis,
aspects that limit the real approach to this zoonosis; goats role
Guillermo
Barreto Argilagos *, Herlinda
de la Caridad Rodríguez Torrens *, Herlinda de la Caridad Barreto
Rodríguez **
* Facultad de Ciencias
Agropecuarias, Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, Camagüey,
Cuba.
** Universidad Médica Carlos J. Finlay, Camagüey, Cuba.
Correspondencia: guillermo.barreto@reduc.edu.cu
Recibido: Mayo, 2020; Aceptado:
Julio, 2020; Publicado: Agosto, 2020.
RESUMEN
Antecedentes: La brucelosis tras 133 años de estudio es una
zoonosis reemergente. Objetivo. Analizar aspectos limitantes para una
aproximación real a la brucelosis, con énfasis en las cabras como reservorios.
Desarrollo: Se revisaron 126 fuentes especializadas (118 artículos y 8 libros). Fueron seleccionadas 50 referencias para cumplir el objetivo de la reseña y las exigencias de las normas editoriales de la revista. Aunque B. melitensis es la especie más virulenta para los humanos y las cabras, sus reservorios naturales, las dos publicaciones nacionales que investigan la zoonosis desde una óptica veterinaria se enfocan a B. abortus en bovinos. No ocurre igual en las foráneas, con predominio de las correspondientes a países en vías de desarrollo. Los lácteos son una vía importante de transmisión de la enfermedad. Cinco artículos extranjeros valoran el fenotipo bacteriano biofilm como factor de virulencia y causa de cronicidad, solo dos valoran a Brucella. Aunque existen técnicas de diagnóstico fiables, algunas de manufactura cubana, la visibilidad del comportamiento de la brucelosis en el país es limitado, particularmente en animales domésticos.
Conclusiones: La
aproximación real a la brucelosis está sesgada por: errónea subvaloración como
zoonosis; lo propio en cuanto las cabras y sus productos como fuentes de
transmisión; no incluir la variable biofilm
en las investigaciones realizadas y pobre divulgación de los resultados de las
pesquisas nacionales
Palabras claves: biofilm, Brucella
melitensis, cabras, reservorios de enfermedad, zoonosis (Fuente: MeSH)
INTRODUCCIÓN
Varias zoonosis remotas de etiología
bacteriana subsisten en el siglo XXI y lo hacen como enfermedades reemergentes.
A ello, entre otras, ha contribuido la subvaloración de que fueron objeto en la
segunda mitad de la finalizada centuria cuando, erróneamente, se creyó que
estaban bajo control (Chatterjee, Bhaumik, Chauhan y Kakkar, 2017; Barreto y
Rodríguez, 2018a, 2019; Barreto, Rodríguez,
García & Vázquez 2019a). La
brucelosis constituye el mejor ejemplo documentado de la equivocación.
En 1968 la Organización Mundial de la
Salud (OMS) culpó a esta zoonosis de ser:
“…responsable de más enfermedades, miserias y pérdidas económicas que cualquier otra enfermedad animal conocida que afecte a los humanos” (Álvarez-Hernández, Díaz Flores y Ortiz Reynoso, 2015). Pese a la
gravedad de la imputación, 42 años después Flores Castro (2010) advertía de una
brecha que propiciaba la persistencia de la enfermedad: “…ejemplifica la falta
de interacción de los sectores
de salud pública y veterinaria, haciendo de esta infección una de las zoonosis más frecuentes
en el mundo”. [1]
En Cuba,
cinco años más tarde, vale añadir lo señalado por Mendoza, Ramírez, Yera, Rosales y Mora (2015):
“…desde el año 1985, y sobre todo agudizadas en la década del 90 del pasado
siglo, se han presentado dificultades para el desarrollo de los programas de
lucha y el cumplimiento de resoluciones para el control de la enfermedad, con
un empeoramiento gradual de la prevención y el nivel diagnóstico, inestabilidad
y aparente tendencia al incremento de la focalidad ‟.
Curiosamente,
Brucella melitensis, el agente causal de la brucelosis caprina, también
la especie más virulenta al humano, durante los años de la Guerra Fría atrajo
la atención de más de una potencia militar. Su baja dosis infectiva (10-100
unidades formadoras de colonias) la convertía en excelente opción para posibles
aerosoles bioterroristas. Luego del atentado al World Trade Center en
2001 volvió a ser centro de atención de los medios informativos (Chatterjee et
al., 2017).
Una
incompresible paradoja: en un extremo de la balanza más de 10 millones de casos
anuales de una zoonosis, endémica en gran parte de los países subdesarrollados
debido a las carencias en sus sistemas de salubridad / al final del brazo
opuesto, ese mismo agente etiológico es blanco de potencias dispuestas a
empeñar sus privilegiadas finanzas en investigaciones destinadas a productos
lesivos a la humanidad (Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017).
Sin
embargo, esta breve reseña no pretende adentrarse en temas bélicos, solo reflexionar
en torno a factores que pueden haber contribuido a que una de las zoonosis más
antiguas de la humanidad persista. Y lo haga entre las enfermedades emergentes
en ascenso. Aunque B. melitensis no es la única especie causal de
brucelosis humana si es la más frecuente (Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio,
2017), por lo que la reseña se centrará fundamentalmente, con énfasis en las
cabras, sus reservorios naturales.
Vale
señalar que el 90 % de los más de mil millones de cabras existentes, se
concentra en los países más pobres, carentes de recursos para un diagnóstico
adecuado que posibilite el debido control de este tipo de enfermedad y su
transmisión (Geresu y Kassa, 2016). Elemento que añade un sesgo importante al
momento de valorar el impacto global de la zoonosis; máxime al tratarse de
áreas donde las formas de tenencia en ocasiones pueden alcanzar niveles de
hacinamientos en los que animales y personas comparten un mismo techo
(Saminathan et al, 2016).
Otro
elemento, quizás no tan influyente como los anteriores pero válido, podría ser
el asumir que estos pequeños rumiantes, por naturaleza, son refractarios a las
enfermedades infecciosas (Barreto y Rodríguez, 2018a, b). Criterio tan erróneo
como generalizado que tal vez sea la razón para el déficit de publicaciones
recientes en la temática.
Las
publicaciones durante 133 años, en su casi totalidad estudian al agente
etiológico acorde a su fenotipo planctónico, sesgo que limita cualquier intento
de aproximación al conocimiento de esta zoonosis (Almirón, Roset y Sanjuán, 2013; Tang et
al., 2020).
Por tales
motivos en esta reseña se pretende analizar aspectos limitantes para una
aproximación real a la brucelosis, con énfasis en las cabras como reservorios.
DESARROLLO
Para los
tópicos que conforman la reseña se realizó una revisión a partir de 126 fuentes
especializadas compuestas por 118 artículos de revistas referenciadas (niveles
I y II) y ocho libros de texto. El
objetivo previsto y las normas editoriales de la revista seleccionada para la
publicación, constituyeron los elementos de discriminación para la selección de
las 50 referencias, que por su actualidad se clasifican en cuatro niveles:
publicadas este año (5), durante el último lustro (33) y esta década (12). Por
su origen, 14 corresponden a investigadores nacionales y 36 a científicos
extranjeros. A continuación, a partir de lo resumido de las mismas, se discuten
algunos elementos cruciales que limitan el acercamiento real a una de las
zoonosis más antiguas, razones quizás por las que persiste como enfermedad
reemergente.
El género Brucella
Especies reconocidas
El género Brucella comprende las especies: B. melitensis, B. abortus, B. suis, B. canis, B. ovis, B. neotomae, B. ceti, B. pinnipedialis, B. microti
y B. inopinata; las cuatro primeras
han dado muestras sobradas de su carácter zoonótico, sobresale B. melitensis al respecto (Alizadeh et al., 2018). Los recientes
aislamientos de B.inopinata
en humanos podría ampliar la cifra (Li et
al., 2020), algo aún pendiente de confirmación. Esta diferenciación es la
comunmente utilizada, aunque, los ensayos de homología de ADN demuestran que
realmente se trata de una especie (B.
melitensis) y múltiples biovares. A
pesar del consenso general al respecto, se trata de una opción poco empleada en
las publicaciones del tema (Carroll,
2013).
En base a
la diferenciación en 10 especies, resaltan las asociaciones preferenciales con
especies animales que les sirven de reservorios y han sido el resultado gradual
de cambios adaptativos a lo largo del tiempo. Aunque se trata de nexos no
estrictamente obligatorios, como evidencia el ganado vacuno al transmitir B. melitensis y B. suis al humano, así como la creciente participación de múltiples
especies silvestres como reservorios. Aspecto este último que se suma a las
limitantes para el control de la zoonosis (Olsen y Palmer, 2014; Li et al., 2020).
Caracteres morfológicos y fisiológicos
Se trata de
cocobacilos (aislados, en parejas o formando cortas cadenas) gramnegativos,
patógenos intracelulares facultativos, inmóviles, asporógenos, no toxigénicos
ni fermentadores. Carentes de flagelos y cápsula, aunque se han reportado
estructuras compatibles con esta última en algunos casos (Kaltungo, Saidu, Musa y Baba, 2014). La especie
prototipo es B. melitensis; también
la más virulenta a humanos. Pese al parasitismo intracelular inherente a la
patogenia de Brucella spp., pueden
subsistir en el medio ambiente por períodos variables. Estadía que se favorece
de forma notable al transitar el fenotipo biofilm
(Almirón, Roset y Sanjuán, 2013; Tang et al., 2020).
Las
cualidades morfológicas y fisiológicas de Brucella
spp., anteriormente descritas, se adecuan a lo evaluado al fenotipo
planctónico. Mediciones que, con ligeras fluctuaciones, se han reiterado en los
133 años transcurridos luego de su primer reporte oficial (Kaltungo et al., 2014). Tal como acontece con el
resto del dominio Bacteria, las formas planctónicas, o de libre flotación,
representan una fase del ciclo vital que representa al 0,1 % de las
procariotas, en tanto el 99,9 % lo hace como bacterias biofilm (Samal y Das, 2018). Forma de
organización (sésil) que posibilita tanto su persistencia en ambientes adversos
como formas de respuesta (motilidad, comunicación mediante quorum sensing, formación de matriz exopolisacárida, resistencia a
los antimicrobianos, etc.) propios de un nivel de organización imposibles a
formas planctónicas (Almirón, Roset y
Sanjuán, 2013).
Es
justamente el fenotipo biofilm el que
justifica, además, la persistencia y cronicidad de estas infecciones en el
hospedero (Samal y Das, 2018; Tang et
al., 2020). De ahí, lo imperativo de contemplar la variable biofilm en las investigaciones que
aborden esta zoonosis.
Mecanismos de patogenicidad y patogenia
Durante
muchos años hubo consenso en cuanto a una supuesta “carencia de factores de
virulencia” en el caso de Brucella.;
valoración acuñada ante los fallidos intentos encaminados a identificar genes
codificadores de cápsulas, plásmidos, fimbrias y exotoxinas; dianas de los
estudios realizados a finales del siglo XX.
Se trataba de los atributos que condicionaban la patogenicidad de otras
especies y géneros bacterianos. Algunos, incluso, cuya patogenia involucraba el
parasitismo intracelular (Döhmer, Valguarnera, Czibener y Ugalde, 2014). Pese a tales carencias, B. melitensis posee numerosas variantes que le permiten burlar los
mecanismos defensivos del hospedero (Gourley, Petersen, Harms y Splitter, 2015;
Głowacka, Żakowska, Naylor,
Niemcewicz y Bielawska-Drózd, 2018).
A continuación, se brindan algunos ejemplos.
Los
lipopolipolisacáridos que conforman la envoltura más externa bacteriana, y han
trascendido como antígenos parietales (o antígenos O), desempeñan un papel
decisivo en la patogenia de este agente. Los extremos polisacáridos bloquean la
unión de C1q a la superficie bacteriana, con lo que se impide la incorporación
de los restantes componentes del complemento por la vía clásica y su efecto
lítico (Conde-Álvarez et al., 2012).
El lípido A resulta letal a neutrófilos. La fracción lipídica y la polisacárida,
de conjunto, protegen frente a péptidos catiónicos antibacterianos y su
mediación para la activación del complemento en la denominada vía de las
lectinas (Alizadeh et al., 2018).
Quizás esto
último guarde relación con la manifiesta resistencia a una amplia diversidad de
péptidos (lactoferrina, defensinas y compuestos lisosomales producidos por
leucocitos polimorfo nucleares). Por otra parte, estas bacterias, mediante
regulaciones de los sistemas adenina mono fosfato y guanina mono fosfato (AMP y
GMP, respectivamente) logran inhibir la integración de fagolisosomas, con ello
la liberación de mieloperoxidasa y factor de necrosis tumoral (TNF). Su
supervivencia como parásitos facultativos en macrófagos guarda relación con la
interrupción de la apoptosis en estas células fagocíticas. Estrategia que les
permite evadir múltiples respuestas inmunes del hospedero como la activación de
macrófagos y la producción de linfocitos T citotóxicos, muy en particular
gracias a frenar la expresión de TNF (Alizadeh et al., 2018).
En términos
de invariantes podría afirmarse que Brucella
spp. sigue un patrón en su patogenia: adhesión a las membranas mucosas,
como paso previo al tránsito a través de la barrera epitelial. Su instauración
a ese nivel con un objetivo clave: desencadenar la respuesta del sistema
monocito macrófagos, células fagocíticas en las que se instaura merced a las
neutralizaciones descritas anteriormente. Como parásitos intracelulares viajan
a través del retículo endotelial hasta los nodos linfáticos locales (retrofaríngeos,
inguinales, ilíacos): hígado, bazo y médula ósea. Luego de un periodo
comprendido entre 7 – 30 días, toman el torrente sanguíneo y provocan
bacteriemia intermitente. Se trata de un agente con un quimiotropismo hacia
tejidos reproductivos dependientes de esteroides (próstata, testículos,
epidídimo, útero grávido y placenta). El útero no grávido puede actuar de
reservorio (de Figueiredo, Ficht, Rice-Ficht, Rossetti y Adams, 2015; Samal y
Das, 2018).
Recientemente
se ha confirmado la existencia de un arsenal de genes de virulencia en cepas de
B. melitensis aisladas de especies
animales diversas en Egipto. Destaca al respecto el elevado porcentaje de cepas
portadoras de genes virB (98,1%), bvfA (92,3%) y ure (96.2%), relacionados con el éxito en la replicación,
supervivencia (ambos intracelulares) y resistencia a Ph bajos, respectivamente
(Hamdy y Zaki, 2018). Otros aspectos relacionados con el tópico (Li et al., 2017) y la reemergencia de esta
zoonosis se discuten en la propuesta de Barnwal, Kaur, Heckert, Gartia y Varani (2020).
Todo lo
descrito en este acápite corresponde a lo investigado en torno al fenotipo
planctónico de Brucella. Un estudio
genómico - proteómico de B abortus en
el que se comparan sus fenotipos plactónico y biofilm, demostró la existencia de numerosos genes de virulencia
regulados por el segundo. Los mismos pueden tener participación decisiva en la
invasividad, colonización y virulencia de este agente, así como en sus
estrategias evasivas de los mecanismos defensivos del hospedero (Tang et al., 2020).
Brucelosis
La
brucelosis es una enfermedad zoonótica, infecciosa, producida por especies del
género Brucella. Cuenta con una
sinonimia extensa, representativa del caudal de años de estudios y
padecimientos. Entre las denominaciones más comunes figuran: fiebre de Malta,
fiebre mediterránea, fiebre ondulante, enfermedad de Bang (Al-Arnoot, Abdullah, Alkhyat, Almahbashi y Al-Nowihi, 2017).
Afecta a muchas especies mamíferas; el humano no constituye excepción,
ocasionándole un cuadro febril inespecífico. Cuando se hace crónica deviene en
artritis periférica, sacroilitis, orquitis, endocarditis y neurobrucelosis
(Abdelhady et al., 2017).
Es una de
las enfermedades con las que la humanidad ha lidiado durante siglos. Sin
embargo, no fue hasta 1887 que David Bruce (1855-1931) aisló al agente
etiológico de la entonces denominada “fiebre de Malta”. Le llamó Micrococcus melitensis, quizás debido a
que realmente se trata de cocobacilos, morfología que tiende a confundir.
Detalle insignificante cuando se valora que, mediante la aplicación de los
postulados de Koch, estableció la relación agente – enfermedad de forma
categórica. Por ello, en justo tributo, la comunidad científica años más tarde
acordó nombrar a la enfermedad brucelosis y al microrganismo causal Brucella melitensis (Banai y Corbel,
2010).
Algunos
especialistas la ubican como la zoonosis más extendida en el mundo
contemporáneo (Yasmin y Lone, 2015). Criterio que compite con lo aseverado de
la leptospirosis (Barreto y Rodríguez, 2018a). Pero no se trata de competencias
ni emulaciones, más bien de incentivar la preocupación y la necesidad de
actualizar conocimientos el respecto de entidades (lamentablemente no las
únicas) que afectan a un espectro amplio de especies animales, bases de la
producción de alimentos, cuya rentabilidad merma notoriamente (Abedi et al., 2020). Aspecto que, sin robarle
protagonismo, ha de supeditarse al efecto de estos productos como fuentes de
transmisión de dichas zoonosis (Barreto y Rodríguez, 2018b).
En la actualidad existen zonas en el planeta más implicadas en el tema
analizado. Al respecto vale mencionar en Europa la región del Mediterráneo. En
Asia, el sudeste y centro (incluidos países como India y China), en particular
los países que conforman el denominado Medio Oriente. En África destaca la zona
al sur del Desierto del Sahara, identificada como África subsahariana. En
Latinoamérica se enfatiza la situación en México, Venezuela, Colombia,
Argentina, Chile y otros tantos, donde está presente la zoonosis, pero escasean
los reportes. Una cifra involucra a
territorios tan disímiles geográfica y culturalmente: cada día 3,5 · 1012
personas están expuestas a contraer brucelosis (Álvarez-Hernández et al., 2015; Obregón Fuentes et al., 2015; Yasmin y Lone, 2015; 2016;
Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017).
Aunque para algunos se trata de un mal controlado en los países
desarrollados, se trata de una apreciación tan optimista como errónea. Similar
a aquella que le precedió el pasado siglo. Lo cierto es que, globalmente,
constituye una zoonosis reemergente en ascenso (Olsen y Pamer, 2014). Un tópico
controversial en el que influyen disímiles factores; los socioeconómicos
resultan protagónicos (El-Sayed y Awad, 2018; Abedi et al., 2020).
Diagnóstico
El diagnóstico de Brucella spp.
ha sido muy amplio y diverso desde 1887. En un inicio se basó en sus caracteres
microscópicos y culturales. A lo detallado en el acápite correspondiente debe
añadirse que, si bien son gramnegativos, por lo general se colorean de forma
irregular. Crecen solo en medios de cultivo enriquecidos, forma colonias
pequeñas, convexas y no hemolíticas luego de 2-5 días de incubación a
37 ºC. En el caso de B. abortus,
solo lo hace en ambientes con 5 – 10 % de CO2 en los
aislamientos primarios. Se trata de una opción trabajosa, lenta y de alto
riesgo por lo que su ejecución solo se autoriza en cabinas biológicas de alta
seguridad (Wong, Ng y Tan, 2018). Debe tenerse en cuenta que se trata de un
agente biológico categoría B (Carroll, 2013).
Las limitantes obvias del diagnóstico microbiológico dieron pie al
desarrollo de técnicas serológicas. Tal fue el caso de las pruebas de
aglutinación (rápida en placa y lenta en tubos con 2-mercaptoetanol), la
reacción de fijación del complemento (RFC), los ensayos inmunoenzimáticos tipo
ELISA (para la detección de IgA, IgG e IgM) (Araj, 2010; Genç, Bûyûktanir y
Yurdusev, 2011; Al Dahouk, Sprague y Neubauer, 2013; Geresu y Kassa,
2016). Variantes que posibilitaron el
estudio de esta zoonosis a lo largo del pasado siglo, algunas como método
oficial de diagnóstico establecido por la Organización Mundial de la Salud.
En Cuba, a partir de 2011, se introdujo el sistema serológico comercial
italiano Febrile Antigen Brucella
(FAB) para pesquisas en humanos. En 2015 fue reemplazado por Brucellacapt®, una
técnica de inmuno-captura-aglutinación que en un solo paso posibilita la
detección de anticuerpos aglutinantes (IgA, IgG e IgM) y no aglutinantes (IgA e
IgG) contra Brucella spp (Echevarría
Pérez, Fuentes, Rodríguez Olivera y Lugo Suárez, 2019).
Pese a las innegables ventajas de las técnicas mencionadas, requieren de
un mínimo de condiciones para llevarlas a efecto que solo existen en los
laboratorios de diagnóstico. Esta limitante, también la de complejidad de
algunas, motivó el desarrollo de variantes más sencillas, con niveles de
sensibilidad compatibles a las anteriores y factibles de utilizarse en
pesquisas in situ de grandes
cantidades de animales. Dentro de este
grupo destacan los ensayos inmunocromatográficos de flujo lateral rápido
(Geresu y Kassa, 2016). En los laboratorios de diagnóstico de SIDA (DAVIH) de
Mayabeque, se desarrollaron sistemas de este tipo que emplean como conjugados
proteína A - oro coloidal (LFIA-PA) (Díaz et
al., 2015) y proteína G - oro coloidal (Fragas Quintero et al., 2018) muy adecuados para este
tipo de diagnóstico y con comportamiento similar al logrado con ELISA
(Echevarría Pérez et al., 2019).
A pesar del impresionante nivel de desarrollo alcanzado en toda una gama
de ensayos para la detección rápida y precisa de Brucella spp., algunos incluso de manufactura nacional, sorprende
la limitadísima producción de artículos que documenten el comportamiento de la
zoonosis en el país; muy en particular en la esfera veterinaria, a pesar de lo
señalado por Mendoza et al. (2015).
En honor a las excepciones, además de las mencionadas, vale recordar lo
aclarado por Obregón Fuentes et al.
(2015a) “…desde el año 2010, las
autoridades cubanas del MINSAP, decidieron rescatar el diagnóstico serológico
de los casos humanos sospechosos de brucelosis, y responsabilizaron al
Laboratorio Nacional de Referencia de Brucelas (LNRB), de la Vicedirección de
Microbiología del IPK”. En la propia
publicación estos autores demuestran la efectividad de Febrille Antigen Brucella para las pesquisas en Cuba. Unos meses
después proponen una variante inmunocromatográfica para el diagnóstico de Brucella a partir de muestras
ambientales (Obregón Fuentes et al., 2015b).
Línea que ha mantenido el IPK en aras de un diagnóstico más real de esta
zoonosis en la vertiente humana (Echevarría Pérez et al., 2019). No obstante, cuando se compara con otros países, la
cifra de publicaciones es baja y polarizada a una parte de la isla.
Con respecto a la contraparte veterinaria, vale mencionar una
colaboración entre el Centro Nacional de Salud Animal (CENSA) y el Laboratorio
de Investigaciones de SIDA (LISIDA) de Mayabeque, que tuvo como objetivo la
propuesta de dos métodos inmunocromatográficos para el diagnóstico de la
brucelosis en ganado vacuno (Fragas Quintero et al., 2018). ¿Y las
cabras? Solo cuatro referencias
(Barreto, Rodríguez, Delgado y Bidot, 2017a; Barreto, Bidot, Rodríguez y
Delgado, 2017b; Barreto y Rodríguez, 2018a,b), entre
otras enfermedades que afectan a estos pequeños rumiantes, tocan el tema.
Papel de las cabras como reservorios
A pesar de que el ganado vacuno y los camellos, al igual que determinadas
especies animales salvajes, devienen en hospederos intermediarios crecientes de
B. melitensis en Asia Central y el
Medio Oriente (Olsen y Palmer, 2014), no se puede por ello subestimar el papel
de las cabras al respecto. Han sido los
hospederos por excelencia de esta entidad a lo largo de los siglos,
como evidencia la mayoría de las investigaciones retrospectivas (Kaltungo
et al., 2014; Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017). Esta
hegemonía se remonta a etapas tempranas en la historia de la humanidad; justo
cuando comenzó la domesticación de estos pequeños rumiantes. A partir de ese
momento forma de producción y enfermedad marcharon simultáneamente, cosechando
endemismos (Kaltungo et al., 2014).
Razón por la cual se han encaminado esfuerzos para el logro de vacunas
efectivas destinadas a cabras y ovejas (Salmon-Divon y Kornspan, 2020).
Una buena parte del planeta, esa que suma a los países en vías de
desarrollo, también concentra el grueso de las cabras. Las razones resultan
obvias: constituyen la especie más apta para enfrentar las agrestes condiciones
de crianza imperantes, las carencias nutricionales y de atención veterinaria
especializada requeridas por otros animales domésticos. Pese a lo cual
revierten tanta adversidad y se convierten en la principal fuente de proteínas
(carne, leche y derivados) de la población (Tosser-Klopp et al., 2014; Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017). Recursos
que, a su vez, devienen en vehículos multiplicadores de la zoonosis, en
particular los quesos y otros productos lácteos, gran parte elaborados a partir
de leche no pasteurizada (Barreto et al.,
2017a,b; Barreto y Rodríguez, 2018a; Abedi et al., 2020).
En Cuba, a lo largo del actual milenio, se ha estimulado la crianza
caprina, en particular para la producción de leche destinada a hogares de
ancianos y para niños con intolerancia a la leche de vaca (Barreto et al., 2017b; Bidot y Moriche, 2018).
Durante el periodo comprendido entre enero y mayo de 2015, se caracterizaron en
Ciego de Ávila 215 sistemas de producción (privados y estatales), con un total
de 25 735 cabezas (86 % de la masa de la provincia). La investigación
identificó, entre otras: “un deficiente control de parásitos, escaso
tratamiento de los residuales antes de usarse y una limitada orientación y
formación técnica brindada por la Empresa de Ganado Menor, la Asociación Cubana
de Producción Animal y otros centros del territorio” (Delgado Fernández, 2016).
Posteriormente, se aplicó una encuesta al azar a productores privados de
esa provincia. La misma estaba enfocada a identificar las enfermedades más
frecuentes en sus rebaños. Todos reportaron afectaciones por parasitosis, trastornos
podales y, en menor proporción, abortos espontáneos. Pese a esto último,
ninguno refirió la existencia de brucelosis, leptospirosis o tuberculosis;
tampoco enviaron muestras al laboratorio de Sanidad Animal del territorio ni
recibieron atención veterinaria especializada (Barreto et al., 2017a).
¿Qué controles se realizan a la leche “asumida como apta” que garanticen
que esté libre de agentes como Brucella
y Mycobacterium, por mencionar dos
géneros bacterianos? Pero cabría añadir Fasciola
hepatica, tanto por figurar entre las zoonosis en expansión como por su
relación afín con el agente causal de la tuberculosis (Claridge et al., 2012; Barreto y Rodríguez,
2019a).
Pese al notable papel de B.
melitensis en la brucelosis humana, y ser las cabras su principal
reservorio, las escasas publicaciones recientes priorizan a vacunos y B. abortus (Rosales, Castillo, Reyna,
Serrano y Fernández, 2018; Fragas Quintero et
al., 2018). Este enfoque, consecuencia entre otras de la subvaloración que
se hace tanto de cabras como ovejas en el mantenimiento y transmisión de este
agente etiológico (Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017), limita el
acercamiento real a la enfermedad y la adopción de medidas para su control.
Manifestaciones
clínicas de la enfermedad en las cabras
Se trata de
una enfermedad infecciosa crónica, caracterizada por bacteriemias recurrentes o
persistentes, con un extenso impacto negativo en la productividad de los
rebaños. El espectro de manifestaciones en las cabras es muy amplio; en las
hembras: abortos (65 % de los mismos), placentitis, epididimitis y el
nacimiento de animales inviables. En los
machos provoca alteraciones del sistema genital; resultan frecuentes las
orquitis. Aunque la mortalidad se focaliza en fetos y recién nacidos, en general
ocasiona pérdidas económicas cuantiosas, sobre todo en los países considerados
como endémicos, con limitaciones para su diagnóstico y control, máxime si se
tiene en cuenta que la enfermedad puede ocurrir sin signos externos (Olsen y
Palmer, 2014). Los animales infectados, tanto al abortar
como en el parto, excretan grandes cantidades de Brucella spp. (1012 ufc/g), por lo que constituye una de
sus vías de transmisión al resto del rebaño y al personal humano en el entorno
(Rossetti, Arenas-Gamboa y Maurizio, 2017).
La
transmisión en los animales ocurre al lamer las membranas fetales, fetos
abortados, crías recién nacidas y órganos genitales de otras hembras
infectadas. Los pastos y los corrales con frecuencia se contaminan de ahí que
el agente etiológico acceda al hospedador por ingestión, inhalación o también a
través de la conjuntiva, la piel y la ubre, especialmente en granjas con ordeño
mecánico. Las glándulas mamarias son un sitio frecuente de infección en las
cabras de ahí que la mastitis sea una característica frecuente de la brucelosis
caprina. La transmisión sexual de B.
melitensis en pequeños rumiantes juega un papel destacado (Olsen y Palmer,
2014).
Consideraciones finales
Múltiples
son los factores que se entrelazan para que la brucelosis subsista en la
contemporaneidad y lo haga entre las enfermedades reemergentes. A ello
contribuye la permanencia de una subvaloración que tuvo su vórtice a finales
del pasado siglo. Aunque expandida por el mundo, predomina y se ha hecho
endémica en los países más pobres, también los de menores recursos para su
diagnóstico y control. Brucella
melitensis, aparte de otros reservorios, mantiene un nexo hegemónico con
las cabras. Animales, agente etiológico
y humanos susceptibles predominan en igual contexto; los primeros conforman la
vía de subsistencia de esas poblaciones. Los productos derivados, en particular
los lácteos, son una importante vía de transmisión de la zoonosis. Aunque
existen sistemas de diagnóstico simples para las pesquisas de animales in situ no se aplican a los hatos
caprinos. El asumir al agente causal en su fenotipo plactónico, no como biofilm, introduce un sesgo tan
trascendente como la injustificada subestimación del mal y limita cualquier
estudio encaminado a lograr una aproximación a la brucelosis.
CONCLUSIONES
Cualquier aproximación a la
brucelosis está limitada por una sumatoria de factores que se solapan: errónea
subvaloración como zoonosis; lo propio en cuanto las cabras y sus productos
como fuentes de transmisión; no incluir la variable biofilm en las
investigaciones realizadas. En el ámbito nacional se adiciona la pobre
divulgación de los resultados obtenidos en las pesquisas, particularmente en la
esfera veterinaria.
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Concepción y diseño de la investigación: GBA,
HRT, HBR;
análisis e interpretación de los datos: GBA, HRT, HBR; redacción del artículo: GBA,
HRT, HBR.
Los autores declaran que no existen conflicto de intereses.
[1] Los comentarios entrecomillados se
citaron textualmente, recurso que se reiterará en situaciones posteriores.